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abril 13, 2020

Para hacer la diferencia basta que alguien disienta (por Alba Perez Romero)

Las mayorías tienen una debilidad, y es que la variable más significativa sobre la que reposa su poder es la unanimidad. Y una sola persona que desafíe esa unanimidad puede ser suficiente para romper el hechizo. Por ende, para desarticular el poder de la mayoría basta atacar su base de sustentación: el consenso. 


En algún punto, los estudios de Asch determinaron que en la medida en que contamos con un aliado, nuestra capacidad de resistencia al juicio erróneo de una mayoría se incrementa sustancialmente. 



Ahora bien, qué pasa si quien disiente no es nuestro "aliado" y sustenta un "tercer" punto de vista? La evidencia muestra que aun en ese caso, el poder de la mayoría se quiebra y quedamos como "liberados". Cualquier brecha en la unanimidad socava el poder cuasi omnímodo de las mayorías. 


Por supuesto, enfrentar a las mayorías requiere coraje. Porque la verdad es que a las mayorías les fastidia la confrontación. Por eso, si en algún momento pensamos en que al plantarnos con la valiente actitud de expresar nuestras propias ideas en contra del pensamiento mayoritario vamos a lograr que los otros nos admiren, mejor ir abandonando esa fantasía.

Stan Schachter ha estudiado específicamente el tema de la reacción de las mayorías hacia quienes se atreven a expresar su disenso. En un primer momento reciben un montón de atención, dado que el foco conversacional se orienta hacia ellos, incrementándose en tanto el disidente no cambia su postura, hasta que en determinado momento esa comunicación directamente se corta, y es excluido. Por esta razón atreverse a disentir demanda coraje. 



Pero lo que es en todo caso alentador es que ese coraje resulta ser "contagioso" porque al haber quebrado el poder de la mayoría pudo ser liberador para quienes hasta entonces habían estado entrampados consciente o inconscientemente en sus redes.  El mayor poder del disenso radica, justamente, en que estimula el pensamiento independiente y más aún, quienes lo manifiestan pueden incluso llegar a revertir la opinión mayoritaria. 

Por supuesto, tal persuasión será laboriosa pero la base de su eventual suceso radicará en la convicción con que quien disiente pueda expresar y mantener sus argumentos. 



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